MARTIN HOPENHAYN: "Hay que aprender a vivir en un mundo contradictorio"
Filósofo, ensayista, investigador: La sencillez de un intelectual de primera línea en América Latina, que estuvo en Iquique y le habló a los universitarios iquiqueños, que sólo lo conocían como referente bibliográfico
“No me creo el cuento”, dijo espontáneo mientras esbozaba una sonrisa y le brillaba más la expresión de su mirada clara. Quizás un poco turbado e incómodo, Martín Hopenhayne reconoce que es un intelectual importante en toda la América Latina, que su producción es fructífera, que sus obras son referentes obligados en la academia, pero de allí, a sentirse realmente que está entre los mejores intelectuales…se produce una gran brecha. El, Martín, es lo que es. Sabe lo que sabe… y lo que no ¡no, simplemente! Por eso, no tiene ni soberbia intelectual, ni temor al ridículo cuando enfrenta un tema y se dibuja una tremenda interrogación en su rostro.
Anyelina Rojas Valdés
anrojas@terra.cl
(Entrevista publicada por la autora en el Semanario Iquique Express. 24-04-2006)
Los alumnos del área de las Ciencias Sociales de la UNAP, sin duda, han tenido como referente obligado a Martín Hopenhayn, no por nada este filósofo argentino-chileno, que nació en Nueva York hace 56 años y que proveniente de una familia de ascendencia polaca, es una de las mentes brillante en América Latina. Su obra es prolífera, desde innumerables libros de investigación y otros de ensayos y pasando por la poesía, hasta sus publicaciones continuas en revistas especializadas. Como investigador de la CEPAL –Centro de Estudios para América Latina- ha debido trasladar su objeto de estudio a esta zona del continente, aunque, en verdad, nunca se lo propuso. Ni siquiera, tuvo en ciernes un sentimiento latinoamericanista fuerte. Pero sin duda, ello, lo ha conectado con otros investigadores, de la talla, por ejemplo, de Néstor García Canclini.
Hopenhayn, el autor, se hizo realidad en Iquique. Primero, dictando una clase magistral en la inauguración del año académico de la Unap, -acto formal, por cierto-, pero luego participó en un par de talleres, donde dialogó cara a cara con los alumnos. En vivo y en directo hizo la presentación de su último libro “América Latina desigual y descentrada”. Hubo un contacto interesante, cuestionador, penetrante, profundo en la forma y en el fondo Incluso, uno de los jóvenes, reparó en un aspecto metodológico de la obra del maestro. Porque cuando Hopenhayn habla desde desigualdades, lo hace a partir de lo cuantitativo, de los datos estadísticos; pero, al hablar de la América Latina descentrada, recurre a lo cualitativo, a las conjeturas, de base científica, por cierto. “Efectivamente es así”, le responde, al alumno y explica los pormenores metodológicos de su trabajo, con la misma fluidez y entusiasmo discursivo.
Descubriendo al sujeto
Pero en rigor, ¿cómo se hace, cómo se construye un intelectual de este perfil? Es el tema que tratamos de indagar.
-Yo tenía 15 años cuando fue elegido Allende en Chile. Y lo que me pasó es que –quizás precozmente- alcancé a arañar, a atisbar, esta especie de mito de revolución y de gran cambio. Eso fue lo que más me sedujo. Es decir, en la vida personal… mía, vino esta especie de expectativa, de darle gran sentido a mi existencia, a partir de embarcarme en un proyecto colectivo, fundirme con un sueño. Desde allí empecé a plantearme la necesidad de adquirir conocimientos, necesarios en una dirección. En esa dirección de cambio social.
-Antes de ese estallido, tus inquietudes ¿en qué sentido iban?
-Eran las de un típico lolo adolescente. Mis inquietudes eran la música, las fiestas el pololeo. Pero quizás, una cierta sensibilidad por la literatura. Siempre leía y me interesaba los libros, pero sin duda que el cambio viene por lo que te contaba. En realidad son dos grandes marcas, una, como decía, por la gran política, casi de lo que yo llamaba ´la épica del cambio social´. Pero junto con ello, estaba la ‘lírica del cambio personal’ que, en mi caso, tiene que ver con los cambios subjetivos… con el hippismo. Diría, entonces, que las dos cosas que definieron mi orientación vocacional, fue por un lado la revolución política y por otro lado la Revolución de las Flores. O dicho de otro modo, por un lado Allende y por otro lado Bustock. Entonces, está el cambio colectivo, en el cual yo me inscribía, porque a los 15, 16 años, uno tiene pretensiones de ser actor… un gran actor y lo otros, esto de ser medio hippie. Pensaba en esa época que estudiar filosofía, sería una forma de ponerme en una posición más protagónica de este cambio.
Mientras este estallido adolescente ocurría en Martín, su familia observaba sus inquietudes con mucho respeto. De hecho, su padre valoró que su joven hijo estuviera motivado por contribuir a los cambios sociales. Claro está que el progenitor tenía una clara inclinación política de izquierda, que permeó la educación de Hopenhayn. “En mi familia ser de izquierda o medio hippie no era como algo mal visto”, recuerda
-Acá hay una especie de juego en dos planos, lo colectivo y lo personal…
-Sin duda, yo vivía este juego… muy profundo, de transformación personal y de cambio social… Así, en 1973, entré al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile a estudiar Filosofía…
-…Y a los meses sobrevino el golpe militar…
-La Universidad de Chile era, casi, el mejor lugar para estar en esos momentos. Pero duró poco, porque vino el golpe. Por supuesto que esto fue muy marcador. En mi caso inició –no forzado, sino elegido- cierta diáspora, porque estuve en Argentina, después me fui a Francia, donde finalmente me gradué y obtuve una Maestría en Filosofía…
En ese peregrinar, Hopenhayn siguió tratando de construirse. A estas alturas, tenía claro que la producción de conocimientos, ya sea escribiendo, enseñando o investigando, debían tener un sentido.
-Fundamentalmente –dice-, el sentido era desarrollar una capacidad crítica frente a la sociedad, pero que esa capacidad crítica fuera movilizadota, que tuviera un sentido de cambio social. En una época tuvo un nombre: revolución. Después dejó de tener ese nombre, pero se puede llamar humanizar la sociedad, promover la igualdad, apoyar el multiculturalismo y la diversidad. Ese creo que fue una obsesión que me marcó mucho en mi productividad posterior.
-Pero hubo otra obsesión…
-La obsesión más hippie, diría. O sea, recrearme como sujeto. Básicamente el escribir, el investigar y el conocer, no sólo tenía que ver con la sociedad, la crítica a lo instituido, sino que también la lectura, la investigación me podría transformarme a mi mismo; pudiera expandir mi sensibilidad y llevarme a un estado de conciencia más ampliado. Incluso, cómo a través de eso, pudiera trabajar yo, mis propios rollos. Es decir una dimensión más psicológica que sociológica…
Sin embargo, hay un tercer elemento gatillador en Hopenhayn, que es la pasión por la escritura misma. Es decir, escribir por el sólo gusto de hacerlo. Incluso, durante muchos años, se dedicó a escribir poesía.
-El encuentro con el sujeto… ese proceso interno ¿cómo se fue desarrollando y qué impacto tuvo?
- El momento en que encontré un referente intelectual que me ayudo en eso, fue cuando me encontré con Nietzsche. Entonces… si Marx fue mi primer gran encuentro en todo el mito del cambio social, Nietzsche fue el encuentro para el cambio personal. La lectura de Niezsche me alentaba mucho de yo romper con mis propias barreras, con mis propios muros interiores. Me invitaba a expandirme.
1980, el regreso
En 1980 sucumbe a otra obsesión. Sólo quería volver a Chile. “Estaba loco por volver”, dice hoy cuando recuerda su estado emocional. Sin embargo los ochenta eran una “mala época” para reinsertarse.
Así y todo logra insertarse en el mundo académico lentamente. Primero en la Universidad Diego Portales “que era como un cobijo para los profesores, y algo en la U. de Chile también”.
Pero sin duda esos años convulsionados lo llevaron a trabajar en las Organizaciones No gubernamentales, que por esos años de lucha contra la dictadura, eran potente en promover el espíritu crítico, la investigación y además, canalizaban la ayuda internacional. El nexo a la CEPAL, fue casi lógico.
-Venías de regreso con la mirada puesta en Chile, pero terminas en la CEPAL, que concentra la mirada en Latinoamérica.
-Ahí me hice más latinoamericanista –obligado por la pega, dice sonriendo- y sin proponérmelo. Mi trabajo me llevó forzosamente a tener siempre, como objeto de investigación a América Latina. Antes, no era yo una persona con especial vocación latinoamericanista, ni experto en el tema, pero la CEPAL me llevó a eso.
-Sin embargo tu último libro y casi toda tu producción está centrada en América Latina…
-Diría que la parte más sociológica de mi obra, está volcada a América Latina, pero la parte más filosófica… no necesariamente. Tengo libros sobre Kafka, Niezsche, Sadem…
-Pero lo que ha tenido más impacto, es la obra de corte sociológico.
-Sí, la parte sociológica y latinoamericanista es la que ha tenido un gran impacto…
-Toda esa tremenda trayectoria, te ubica entre los intelectuales más importantes de Latinoamérica. ¿cómo se convive con eso?-
-Uff… No me la creo… O sea, como que no creo que sea así.
-Pero si te extrapolas y logras verte como el intelectual que eres…
-Eso me sorprende. Encuentro que la gente tiene una imagen de mí, muy por encima de lo que soy en realidad. Es que no me termino de creer esto, de que soy como un gran intelectual latinoamericano…
-Entonces, ¿Cómo te percibes?, ¿cómo te defines?
-Más modestamente… En este campo –más allá de las cosas personales- me definiría como ensayista. Y ensayista en dos sentidos, primero porque no siento que sea tan rigurosos en término de cientista social. Es decir, no me manejo con una investigación demasiado empírica y uso mucho las conjeturas… imagino… a veces pongo la intuición ahí… Por eso, siento que estoy en-sa-yan-do. Pero también es ensayo en el sentido de género literario. Yo me veo como escritor y si me preguntas qué genero usas… bueno, uso el ensayo.
Se acabaron las certezas
-Haciendo un alto en el día a día… ¿qué te propones para el futuro?
-Si es por soñar, me gustaría escribir un libro que pudiera sintetizar todas estas cosas que andan dispersas y consolidarlas en una propuesta clara, integrada, más allá de ideas fragmentarias o de propuestas parciales. ¡Si es por soñar… claro que me gustaría una propuesta de desarrollo alternativa para América Latina! En un plato menos megalómano, menos pretencioso, lo que me gustaría es seguir ejerciendo la escritura y el gusto por escribir… lo que me gustaría es seguir siendo ensayista, desde mi trabajo en la CEPAL, porque lo que me pasa es que me escindo un poco. Es cierto que mis libros de América Latina son los que más se leen, pero no son libros ‘cepalinos’ tampoco. O sea, tengo que hacer un esfuerzote traducción del trabajo que hago en la CEPAL, a mi escritura. Entonces esto en algún modo, se traduce en una doble jornada. Y eso me cansa un poco.
-Me llama la atención que siempre recurres a lo dicotómico, a los contrapuntos o a la polaridad para expresarte… ¿cómo es eso de ver la vida en dos polos?
-Es que yo soy dicotómico. En realidad no sé si es que la realidad es dicotómica y yo estoy reconociendo esas dicotomías de la realidad o es que yo, efectivamente soy dicotómico y proyecto eso sobre la realidad. Tiendo a pensar en lo primero, que la realidad es la dicotómica, pues cuando hago todos estos planteos, la gente los reconoce, como diciendo, es cierto, en gran medida sí. Si fuera sólo una proyección mía, no tendría interlocutores.
-¿Será que este es un mundo donde las certezas se acabaron?
-Claro, este es un mundo tremendamente dicotómico, no lineal, paradojal. Creo que ¡hay que tener una forma de pensar paradojal para conectarse con ese mundo!
-Somos sujetos plantados en este mundo así descrito, ¿Cómo hacer para sobrellevarlo?
-Creo que hay que conciliar de alguna manera, la aspiración a decidir la propia vida, más allá de las presiones… del medio, de la televisión… el consumo… Es decir hay que tratar de mantener un cierto nivel de autonomía y pensamiento crítico, pero al mismo tiempo, pienso que no hay ser catastrofista. El catastrofismo lo único que hace es reproducir el estado de cosas dominantes; es funcional a eso.
-Cuando no tienes respuesta a determinados temas, responden simplemente que no sabes. ¿no te complica eso?
-¿De quedar como ignorante? ¡No.! Cuando no sé algo, simplemente ¡no sé! Quizás sea que no me juego mi autoestima en una imagen de sabio, de experto.