Humberstone, Patrimonio de la Humanidad, lo trae de nuevo a la palestra
SILVIO ZEREGA, EL OTRORA SEREMI DE LA TRANSICIÓN
Era marzo del año 1990 y saboreaba regocijante el triunfo de la Concertación, con Patricio Aylwin como Presidente de la República, cuando supo que debía asumir como Secretario Regional Ministerial de Gobierno. Mientras atendía a sus clientes que buscaban refrescarse del calor estival consumiendo los helados artesanales que vendía en su heladería de Vivar con Zegers, Silvio Zerega Zagarra, no lo pensó dos veces. Hizo un rápido repaso de su vida en las últimas décadas, desde que abrazara los ideales socialistas en el periodo de Jorge Alessandri, hasta los difíciles años de la lucha contra la dictadura. ¿por qué no?, se dijo a sí mismo. Tenía a su haber sus ideales, su lucha inclaudicable y sobre todo, lo que sería trascendental en el rol que iba a asumir: era iquiqueño y conocía a todos los personajes de esta ciudad. Con una emoción que le apretaba su corazón respondió afirmativamente al intendente Nelson Garrido Alvarez, con quien ya había compartido las acciones opositoras y las recientes campañas, por el No y la Presidencial. Sabía que era un momento histórico para el país y que a él le correspondía asumir un rol fundamental en la región. Así, entonces, se transformó en el vocero del nuevo gobierno democrático y su nombre quedó plasmado en la historia reciente, como el Seremi de la transición.
ANYELINA ROJAS VALDES
anrojas@terra.cl-¿Podemos decir tu edad en esta entrevista? –le pregunté--No tengo problemas con eso, -respondió- Nací el año 38.
Después de un par de preguntas más y como las matemáticas por simple que parezcan, no son mi fuerte, logré concluir que este hombre sencillo, apacible, de una delgadez estilizada y ojos claros, tiene 67 años. Y por supuesto que siente que hace rato que está de vuelta, que es tiempo de dejar espacio a los más jóvenes y que está plenamente satisfecho trabajando por la recuperación del patrimonio salitrero, a través de la Corporación Museo del Salitre y hoy más aún, porque se logró un hito en menos tiempo de los esperado: lograr que Humberstone y Santa Laura fueran reconocidos por la UNESCO, como patrimonio de la humanidad.
No por nada sus raíces le hablan hasta hoy. Su papá llegó de Italia y acá conoció a una pampina que lo cautivó. La siguió hasta Huara, su pueblo natal, se casaron y tuvieron 7 hijos. Silvio Zerega, uno de los menores nació en Iquique por simple casualidad, pero
hasta los 7 años vivió en Huara. De hecho, antes que iquiqueño, se siente huarino. Eso, por cierto, llena de orgullo a su longeva madre de 98 años aún vive. “y completamente lúcida”, nos dice. Lo curioso es que la señora, vive con su hermana mayor.
El año 1947 la familia se radica en Iquique. Silvio, con 7 años ingresa al colegio Don Bosco y sus hermanas, a la contraparte, María Auxiliadora. Desde esa fecha, siempre ha habido una Zerega en este colegio salesiano, correspondiéndole ahora, a su hija Valeria.
Después de su largo paso por Don Bosco, el joven Silvio, terminó sus estudios medios en el Liceo de Hombres y de allí, como era típico de las familias de clase media, se trasladó a la Escuela Normal “José Victorino Lastarria”, desde donde egresó como profesor primario. Trabajó un par de años, incluso, haciendo clases en el colegio de Huara, cuando decidió continuar estudios de Pedagogía en Matemáticas.
Sin embargo, la vida no le era fácil. Se había casado, tenía dos hijos y el sueldo de profesor, no alcanzaba para cubrir el mes. Reconoce que ya por el día 22 ó 23, debía pedir auxilio a su madre. Y para evitar gastos, hasta aprendió a reparar los zapatos de sus retoños. “Es que los sueldos de los profesores eran muy, pero muy exiguos”, recuerda. Era pleno gobierno de Alessandri, definiendo en esa época, su militancia socialista. Luego, durante el gobierno de Allende, participó en interesantes e innovadores proyectos educativos, mientras paralelamente se desempeñaba como docente de la entonces sede de la Universidad de Chile en Iquique. En eso estaba, cuando sobrevino aquel 11 de septiembre de 1973. No la pasó bien. El proyecto en el Ministerio se acabó y fue despedido de la universidad. “Me transformé en un paria, sin posibilidad de encontrar trabajo”. Allí nació la idea de la heladería, su trinchera económica en los años de dictadura. A esta altura y tras quedar viudo, ya había contraído matrimonio por segunda vez, del cual tiene dos hijas más; la mayor, que estudia danza, en Santiago y la más pequeña, que representa el apellido Zerega en María Auxiliadora. Laboralmente hoy se desempeña como Secretario Técnico de la Comisión de Enajenación.
La lucha por la democracia
Cuatro años estuvo como Seremi de Gobierno y otros 6 como gobernador provincial. Sin embargo, esto no fue gratuito, sino que más bien el curso natural de una trayectoria en lo que fue la lucha por recuperar la democracia.
-¿Cómo fue la incorporación a la política, en aquellos años de gobierno militar?
-Recuerdo que durante los primeros años de la década del 80, nos juntamos trece personas, para recuperar y rearticular el partido socialistas… Entre ellos recuerdo a Juan Garcés, a Jorge Soria, Fuentes y otros más.. Ahí partimos de nuevo, con todos los riegos que significa en ese tiempo hacer política.
-Eso en lo político, pero en el plano personal, ¿en qué estabas?
-Bueno, cuando uno salía de un trabajo público, como era la universidad en ese tiempo, quedas transformado en un paria, en un exiliado de todo lo que fuera público. Había que estar en un campo laboral donde te la arreglaras sólo. De hecho tuve que ir a vender helados en Vivar con Zeggers. Allí puse un negocio…
-En todo caso –le retruco- algunos que venden helados llegan a ser alcaldes…
-Es que aprendió conmigo –dice en tono jocoso- pero recordando las tertulias que mantenía con el alcalde en aquellos años.
-Pero sigamos…
-El partido se logró reestructurar en forma completa. Después surgió el PPD. Fui su presidente en un período. En el fondo era una simbiosis entre PPD y PS, pero finalmente quedó como partido. Me quedé en el Partido por la Democracia, junto con otra gente como Caucoto, Francisco Pinto… no porque hubiese grandes diferencias, porque creo que ambos eran partidos muy similares, que luchan por mayor justicia para la gente. El PPD se fortaleció, se quedaron profesionales, técnicos y el PS tomó su rumbo, porque a esa altura ya no era posible la co-habitación, aunque no hay grandes diferencias. Tenía, la heladería, pero trabajaba en el colegio Inglés también, de lo cual estoy muy agradecido, porque intenté trabajar en otros colegios, pero todos los directores a los que le pedí apoyo, me dijeron que no, porque si había salido de la universidad era por algún motivo ¡grave!, me decían… En el fondo era una forma elegante. A muchos de ellos he tenido la oportunidad de volver a verlos pero… ¡bueno! Las cosas ya pasaron… No así el Colegio Inglés; guardo muchos recuerdos, por eso cuando se transformó en instituto, tuve la oportunidad de ayudar en la realización de ese sueño, que después se desvaneció, pero ayudé.
-¿Cómo llegan la nominación de Seremi?
-Recuerdo que un viernes, me dicen que me andaban buscando con la intendencia. Me presenté y me encontré con la sorpresa que ya mi nombre estaba en la lista, o sea –dice sonriendo- funcionó la dedocracia, pero yo sabía que era una responsabilidad que debía asumir. Además, con Nelson (Garrido) nos conocíamos de los años de profesor primario, así que él sabía que yo iba a responderle. Así partió mi carrera. Lo primero que hice fue dejar el negocio porque entendí que un trabajo de esa índole no era compatible con las nuevas funciones que asumía. Así que pesqué las llaves de la heladería y la vendí a puertas cerradas…
-Ahí entonces hay un proceso… de “paria político”, a ser la cara visible del nuevo gobierno de la Concertación. ¿Cómo fue ese tránsito?
-Después de un largo silencio, dice –difícil de creer. Muchas veces estábamos en reuniones de gobierno, en conversaciones y la verdad es que “no nos la creíamos”… ¡Imagínate!, en un año pasar de una situación tan negativa de convivencia, a una instancia en la cual tenías que hacer un papel radicalmente diferente. Pienso ahora que mucho ayudo el hecho de ser iquiqueño, del norte, porque la mitad de mis raíces están también en Arica… Entonces tenía y tengo, una relación muy fluida con lo iquiqueños y los ariqueños. Eso ayudo mucho a que se suavizara este tránsito y finalmente fue más suave de lo que incluso, yo me imaginaba… ¡mucho más suave!
-...Y encontrarse de frente con algunas personas que fueron la cara de la dictadura…
-Fue difícil un solo momento, cuando se hizo el cambio de mando. Nos reunimos en la sala grande de la intendencia y fue un poco complicado, pero ¡era así! Las palabras de buena crianza, como se dice, se notaban muy duras… pero una vez pasado ese momento, las relaciones directas fueron más fáciles y el tránsito fue suave.
-Tu perfil y tu personalidad, ¿cuánto influyeron en eso?
-De partida, por principio, por formación, porque mis padres nos formaron así, no tengo eso de guardar rencores ni amarguras. Las cosas se dieron en un momento dado, pasaron ¡y pasaron no más! Obviamente que hay situaciones muy dolorosas que no se olvidan, pero eso es otra cosa, porque tú entras a trabajar a un gobierno que es gobierno de todos los chilenos, incluyendo aquellos que tomaron decisiones tan arbitrarias. ¡incluyéndolos a ellos!, entonces lo que corresponde es ayudar a mejorar ese nivel de relación… en la medida de los posible. Obviamente que hay gente que actuó muy mal, pero después judicialmente se les ha seguido acciones. También hay que reconocer, que hubo gente que actuó en el gobierno militar por principios y convicciones, que tuvo una actitud que fue buena, regular, mala ¡pero ya pasó! No se puede seguir marcando la distancia para el resto de tu vida. Menos en la Secretaría Regional de Gobierno. Yo no podía establecer una política de segregación…
-…Entonces, ¿cómo funcionó?
-Estableciendo lazos, conversando con la gente y bajar el perfil a aquellas cosas en que se pudiera hacer. En lo que es delictual, obviamente que no. Pero, te cuento, fue partiendo de la nada, hasta que terminamos a los cuatro años del Gobierno de Aylwin, con grandes avances. Además, esa era la característica del Presidente. Que hubo momentos difíciles, los hubo…
-Por ejemplo…
-Un día supe que se estaban produciendo movimientos militares más allá de lo común, que fue el famoso boinazo. Uno ignora todo lo que hay detrás de eso. Concurrí a la intendencia de inmediato. De Santiago nos llamaron a todos los seremis de la Región. Y te digo que fue fácil darse cuenta que aquí y en las otras regiones era un movimiento que no existía. Habían algunas reuniones, pero no tenía ningún impacto aquí. Eso ayudó al gobierno central, recavando información de todas las regiones, de quedar claro que el movimiento estaba centralizado estrictamente en Santiago. Y no tuvo mayores consecuencias.
-Después de 4 años como seremi, tiene otros 6 como gobernador provincial, ¿cuál es la experiencia y el aprendizaje que sacaste, al estar allí, en la primera línea?
-Fue un escenario diferente al que había vivido antes, en diferentes gobiernos. Yo viví en gobiernos radicales, con Videla y Carlos Ibáñez; el gobierno de derecha de Alesandri; luego Frei, Allende, hasta lo que significó la dictadura de Pinochet. Y de paso te cuento que a Pinochet ya lo ubicada de antes, cuando vivía en Iquique.
-¡Conocías a Pinochet de antes!, ¿cómo fue eso?
-Es que le hice clases particulares a uno de sus hijos, a Marco Antonio. Iba normalmente a su casa una o dos veces por semana para prepararlo para unos exámenes que se daban antes para ingresar a séptimo año… Era normal que a veces nos topáramos y preguntara cómo estaba el hijo…
-¿Qué respondía el profesor?
-Estamos hablando de un chico que tenía 10, 12 años. Era un chico bien despierto, muy soñador. Era bien especial y muy buen alumno en lo que a mi especialidad respecta. Ah, otra cosa, la mamá, la señora Lucía pasaba ahí, muy pendiente. Después siendo gobernador, me correspondió reemplazar al intendente Vera en la Ceremonia del 7 de Junio, en Arica. Y todo el mundo… los generales que estaban en El Morro, se extrañaban del nivel de conversación con el Comandante en Jefe. Y eso es nada más porque él vivió acá, teníamos conocimiento de gente en común… y preguntaba por sus conocidos…
-Estábamos con el tema del aprendizaje que lograste…
-Aprendí mucho. Es que fue pasar de un mundo educacional, comercial, a un ámbito público, de gobierno. Pienso que el hecho de ser como uno es, ayudó mucho a la convivencia entre dos sectores que venían de una gran pugna: los nuestros, que era gente que venía de la oposición y la derecha. En eso está el aporte que pude haber hecho y también lo que aprendí. En lo operativo, destaco que trabajamos mucho en Alto Hospicio y todo el tema de las tomas de terreno. Recuerdo que recibí un apoyo enorme de Bienes Nacionales que confió en nosotros, como gobernación provincial y nos entregó los terrenos para hacer el loteo. De hecho, la Gobernación hizo todo el plan de emergencia inicial, allá en Hospicio.
En la trastienda
-¿Y que hace un hombre con toda esa trayectoria y experiencia, en un rol de trastienda?
-Ahora estoy en el tema de Humberstone y Santa Laura…
-Me refiero a la formalidad del sector público...
-¡Nada, pues! ¡Tarea cumplida no más! Uno cumple una tarea y a veces segundas partes no son buenas. Las condiciones van cambiando, los actores no son los mismos; entonces uno mira el devenir del servicio público. Ahora, la valorización que logré conquistar en la primera línea del gobierno, me ha permitido volcarla a lo que estoy haciendo ahora.
-En realidad, igual estás en primera línea, a través de la Corporación Museo del Salitre, como su secretario ejecutivo. ¿Cómo te fuiste involucrando en el tema?
-Cuando estaba en la gobierno me llamó un síndico de quiebra que me pidió que cuidara las salitreras y que la Gobernación regulara quien ingresaba y no a las salitreras. Cuando se produjo la licitación eso sirvió mucho, porque primero estaba contemplado en la licuitación Santa Laura, Humberstone y las tortas, lo que le subía enormemente el valor. Ahora, en lo personal, yo trabajé en Humberstone, hice clases en la escuela en la época del desarme, cuando se estaban cerrando las salitreras, entonces hay una fuerte emoción. Ya como gobernador también participé en el proceso de la redacción de estatutos de Hijos del Salitre, posteriormente cuando la Corporación asumió la propiedad, don Sergio Bitar me pidió que asumiera la secretaría ejecutiva. Y en un tema así uno nunca puede decir que no. Imagínate, es la posibilidad de devolver a la tierra, lo que uno ha recibido. Además hay una red de contactos positivos, que ha permitido que podamos generar apoyos, recursos. Y contar con el respaldo del hoy ministro de educación.
-Estar hoy día en la Corporación es fácil, pero ¿cuando partiste cómo fue?
-Difícil. Si no es porque nos encontramos con gente como Sara Benavides, Directora del FOSIS, con quien empezamos a conformar un equipo de trabajo, lo que permitió contar con asignaciones para mano de obra para trabajar. Con eso se pudo limpiar Humberstone que estaba horrible y dejarlo como un espejo, como está ahora. En fin, el tema financiero siempre es complicado, pero estamos saliendo adelante. Y hoy día estamos donde estamos.
-¡Qué significa estamos donde estamos!
-Significa que se va a cumplir el sueño de los pampinos, en el sentido que esto nunca va a desaparecer la cultura pampina, porque hay un compromiso del gobierno. Estas son las últimas salitreras que nos van quedando, por eso tenemos que cuidarla. Con esta designación se reconoce la cultura pampina como tal. Por eso se preserva cultura y los pampinos que van quedando reconocen en Santa Laura y Humberstone su tierra, aunque hayan nacido en otro lugar.
-En todo este proceso formal y de oficialización, ¿no se trasgrede la esencia de la cultura pampina?
-En otros lugares como San Pedro de Atacama, hay hoteles, llega la modernización… nosotros no queremos eso para Humberstone. En algún momento se va a habilitar el hotel, pero de acuerdo a lo que era. Vamos a rescatar la cultura pampina, para difundirla y dejar Humberstone como un espacio donde el tiempo se detiene, para que se pueda conocer la vida en las salitreras como era. Y la modernidad no puede atentar contra eso.
-Vamos a las matemáticas: Si tiene 68 años y las expectativas de vida en tu familia superan los 90, se deduce que te quedan 20 años o más de vida útil por delante. ¿Qué es lo que viene?
-Uno se fija metas, pero la felicidad no está en la meta, sino que en el camino que se hace para llegar a esa meta. Así, entonces la felicidad de construye paso a paso. En lo familiar, puedo decir que tengo una situación económica más o menos consolidada; quiero seguir trabajando hasta el día que no tenga ganas de hacerlo. Cuando no tenga ganas de ir a trabajar, entonces ¡paro!. Aspiro a que mis hijas terminen sus estudios y después retirarme a una vida más tranquila, en Pica. Allá tenemos una casita, que nos ha costado un mundo hacerla. ¡Y nada más! Eso es todo. He vivido feliz.
-¿Y en política?
-¡En política nada más! Creo que hay que dejar el paso a los más jóvenes. La historia te dice que hay momentos en que hay que irse y creo, como están las cosas, porque nadie sabe qué pasa mañana, que en política ya no; claro que uno siempre está en contacto, conversando, dando consejos, pero ahí no más. Además, con Humberstone y Santa Laura tengo un inmenso trabajado por delante y para rato. ¡Me siento muy feliz por ello!